Su importancia histórica:
Tras la caída del Imperio Romano de
Occidente (476 DC.), que es la fecha que convencionalmente se ha establecido
como el inicio de la "Edad Media", el continente europeo atravesó dos
etapas previas antes de que lograran sentarse de forma definitiva las bases
organizativas que más o menos perduraron, sin grandes transformaciones, hasta
la Edad Moderna. Por un lado tenemos lo que los historiadores han dado a llamar
“Edades Oscuras”, que dependiendo las distintas áreas geográficas, se
extendieron aproximadamente entre los siglos VI y VIII DC. Por otro lado, a
continuación de este período, se sucedió una “Etapa Transicional”
(aproximadamente entre 675 y 790 DC.). Por supuesto, estos períodos
previos no sólo se reflejaron en la numismática, sino también en otros
aspectos, tales como la economía y la política.
No obstante lo antedicho, a realidad
es que es imposible concebir hoy en día a la numismática medieval sin hacer
referencia a Carlomagno y su importante reforma monetaria. Dicho más
claramente, fue Carlomagno quien marcó las pautas en lo referente a metrología
y denominaciones atenientes a las monedas medievales occidentales. Cuando hoy
en día pensamos en una moneda de época medieval, inevitablemente construimos la
imagen de piezas que, de uno u otro modo, son consecuencia directa o indirecta
de esta reforma.
Aspectos de la reforma:
La reforma monetaria emprendida por
Carlomagno debe analizarse como un todo, como un verdadero conjunto, ya que fueron varios los
aspectos que se modificaron: en primer lugar, la reintroducción exitosa de la
moneda oro. Al respecto, tenemos que tener presente que por aquel
entonces, el continente europeo atravesaba una seria carestía de metales
preciosos, los cuales no estaban en el mercado y prácticamente no circulaban.
Todo este panorama caótico, si bien se correspondía con una amalgama de factores, en gran medida tenía que ver con la expansión árabe que constantemente se extendía más y más sobre el continente. La interrupción de las rutas comerciales con África y con Oriente fueron determinantes para esta escasez. La economía, por lo tanto, se había primitivizado muchísimo, al punto tal que en muchos lugares se vivió un retorno a los antiguos sistemas de intercambio, tales como el trueque. La autosuficiencia feudal, las pestes y las hambrunas, eran características predominantes del período.
El poco oro existente, por su parte, era reservado para la confección de coronas, joyas y
cetros de los monarcas, nobles y el clero. En cuanto a la plata, existían en
circulación monedas de muy escaso peso y mínima pureza, siendo nulo el contenido de
metal noble en muchos casos.
El segundo punto que se debe tener
en cuenta, es el de la centralización de las emisiones, las cuales pasaron a
recaer sobre una autoridad imperial unificada (esto más allá de que posteriormente,
en la práctica, se hizo habitual el fenómeno de conceder el derecho de
acuñación a monasterios, abadías, principados, etc.).
Finalmente, un último epicentro de la
reforma lo encontramos justamente en un saneamiento verdadero de la economía
monetaria, y obviamente, en la estandarización de denominaciones bajo un
sistema unificado, cosa que no se vivía en Europa desde época romana.
Como se puede observar, la importancia de la reforma fue de carácter gigantesco, ya que gracias a ella se sentaron las bases de todos los sistemas monetarios europeos que perdurarían hasta la Edad Moderna, en ciertos casos (como en Reino Unido, nada más ni nada menos que hasta el año 1970). Por ende, una comprensión total de la misma es vital para el estudio de la moneda medieval de Occidente.
Conformación del nuevo sistema monetario:
La reforma monetaria se dio en fases sucesivas, comenzando
en el año 781 y finalizando entre 793/4 DC. Lo primero que hizo Carlomagno fue
abandonar el uso de la libra romana (con un peso aproximado de 327 g),
para pasar a un nuevo patrón, basado en una nueva libra (420 g). Por esta
razón, a esta última se la suele llamar "libra carolingia" (o más
comunmente, livre carolienne). Esta libra, a su vez, se dividía en 20
sólidos o sueldos (20 sous), que no eran una moneda real, sino una
unidad de cuenta utilizada sólo para el cáculo de importantes sumas dinerarias. Asimismo, cada sueldo se dividía en 12 denarios (o dineros;
en fr. deniers). Estos últimos sí eran una moneda real, la cual se acuñó
con un peso de ca. 2,0 g y una pureza de casi 950/1000 (siendo una moneda de
valor intrínseco marcadamente alto para el período).
El sistema monetario, entonces, quedaba conformado del siguiente modo:
Libra carolingia (420 g) =20 sueldos (moneda teórica) = 240 denarios (ca. 2 g)
1 sueldo =12 denarios
CAROLINGIOS: Carlomagno (768-814). Denier de plata post-reforma, acuñado ca. 793/4-812 DC. |
Jean Elsen & ses Fils S.A. Auction 119, Lot. 652 (1/12/2013)
Influencia en los distintos sistemas monetarios:
Las
denominaciones livre, sou y denier, pasaron a las distintas lenguas (tanto latinas como germánicas) del
siguiente modo:
Italiano: lira, soldo y denaro
Inglés: pound, shilling y penny
Alemán: pfund, schilling y pfennig
Sueco: pund, skilling y pen(in)g
No hay comentarios.:
Publicar un comentario